martes, 15 de junio de 2010

Olivia Newton John

Los aeropuertos pequeños no son serios. En el de Lismore sólo llegan y salen dos aviones al día, así que sólo tiene una sala, un lavabo mixto y una tienda de periódicos y chicles. Las maletas se dejan y se recojen en una habitación que tiene una puerta metálica como la de la verdulería de mi pueblo. Sólo hay una ventanilla para el check-in. No es serio. Parece el aeropuerto de los pin-y-pon.

En éste aeropuerto que parece salido del anuncio de Malibú ("me estás estresando"), me está esperando una señora con cara de lechuza y un poco regordeta. Cogea al caminar. Hace ademán de coger a Tutankamon, pero no se lo permito. No quiero que también se joda la espalda. Dejo que me lleve el laptop (portátil) hasta su sedán verde-mar, cuatro puertas y automático. Yo arrastro con una fuerza sobrehumana los otros dos bultos.

Se llama Sandra y le encanta Olivia Newton John porque son del mismo pueblo y, además, la última tambien se llama Sandra en la película Grease, aunque la apodan Sandy. A pesar de ello, me comenta, ya no vé películas ni escucha música porque gran parte de su tiempo libre lo dedica a leer la Biblia. También escucha una radio donde entre "El señor es mi pastor..." y "Padre nuestro que estás en..." salen personas de a pié, contando lo bien que se sienten cuando evitan cometer alguno de los 7, creo que eran, pecados capitales. Me parece una gran manera presentarse a uno mismo, y el tema nos ocupa la mayor parte del camino hasta su casa. Yo le digo que no creo en Diós, pero que sé cocinar y que me gustan los bichos del mar.

Lismore resulta ser una ciudad pequeña, de unos 30.000 habitantes. El terreno es irregular y los diferentes barrios están repartidos en cerros de altura mediana y un vallecito central, por donde pasan un par de rios bastante caudalosos. Las distancias son muy grandes entre barrio y barrio. Entre una manzana y otra hay campos de rugby o bosquecillos de eucaliptus (con koalas) de por medio, con lo cual, se tarda mucho en llegar a los sitios caminando. Si no tienes coche, estás muerto. Me planteo el comprarme uno. Primero, mejor, desharé la maleta.

Llego a casa de la señora Sandra. Está en uno de estos cerros de pendiente casi 90%. Me ahogo sólo de pensar que tengo que subir eso cada día desde la universidad. Tranquila, yo te llevaré a la uni y te vendré a buscar, porque aquí no hay buses y esto entra en el precio. Genial. Empieza a caerme bien. No puede ser mala persona cuando tiene un perro y una cacatúa. Theo y Eylie. Theo es un Cóquer spaniel rubio que mea en el cesped y lleva un polar del decathlon. Eylie es un pobre animal con las alas cortadas, que canta y habla todo el día, silva el típico fiiiu-fiuu del obrero y se posa en tu brazo. No sin antes pellizcarte un dedo con el pico. A menudo sale de su jaula y experimenta una pseudo-libertad. Corretea por el pasillo, hasta la cocina, hasta el salón, hasta el comedor, hasta la cama de Theo, le da un picotazo y éste hace caso omiso. Luego vuelve a la jaula, pero como tiene muñones, no puede subirse. Revolotea, pero todo es inútil. Se caga en el suelo. Vuelve a revolotear. Se caga de nuevo. Sandy descubre el marrón, recoge al pájaro y lo mete en su jaula, "Bad boy". Entonces, éste se mira en su espejo y se pasa el resto del día manteniendo una conversación imposible con su reflejo. Lo peor es que realmente cree que allí hay alguien más. Es realmente triste.



La casa es enorme. Toda de tocho rojo, con los techos demasiado altos para calentar ninguna habitación. Las luces son antiguas y apenas alumbran. Tiene dos salas de estar, cinco habitaciones, tres baños y etc... En el jardín hay una piscina llena de hojas y ramas en el fondo y una caseta , también de tochos, donde hay un labavo extra y un par de talleres. Todo me parece espeluznante. He visto muchas películas de terror en mi etapa adolescente y eso, ahora, me está pasando factura. Mi habitación es demasiado grande para mí. La cama es doble y las puertas del vestidor son de espejo, con lo que la estancia se duplica. Por suerte, hay suficiente espacio para meter a Tutankamon entero en el armario. Aunque me da palo, por el poco tiempo que estaré aquí, deshago la maleta. Lo pongo todo en cajones y cuelgo varias cosas en perchas que ya no tienen forma de perchas. Cuando saco el portátil y pongo el neceser a la vista, la habitación parece estar más llena. Un oso de peluche jubilado me hace compañía, aunque me da bastante repelús. Nunca lo toco. Se queda en la esquina donde Sandra lo dejó. A saber cuantas especies de ácaros y microorcanismos conviven en su pelaje gris.


No soy la única international student de la casa. En la habitación de al lado vive una china mandarina. Se hace llamar "Cherry", aunque dudo mucho que ese sea su verdadero nombre. Tiene 21 años, la cara aplastada y los ojos hundidos, como todos los chinos. Se ríe todo el rato, no sé por qué. Parece un poco gilipoyas. Cuando no se rie es porque está demasiado empanada pensando en lo que quiere decir. Lleva 6 meses aquí y Sandra le dejó una habitación con balcón y le compró un termo de 40$ para su café, pero creedme, mi abuela habla mucho mejor inglés que ella.

Es hora de comer. La china está de vaciones, pero aún así, se lo cocina todo la señora, en plan restaurant. Además, la nena NO come carne, NO come pollo, NO come sopa, NO come nada crudo (ni ensaladas), NO come zanharoria,s, calebaza, alcachofas, setas, legumbres... Sandra ha estado a punto de cortarse las venas en varias ocasiones, porque ya no sabía qué coño prepararle a la china de los cojones. No lo ha hecho porque es pecado y entonces no iría al cielo.

Cómo estoy motivada y tengo hambre y Sandra lleva media hora preguntándose qué hacer, le digo que tranquila, que yo me encargo. Pelo unas patatas, unas cebollas y unos pimientos y preparo unas "Patatas a lo pobre" con unos huevos fritos. Gracias a diós, hay aceite de oliva decente en la casa. Me queda demasiado bueno para ser verdad. La china se chupa los dedos. Es la falta de educación menos grave que comete, pues todo el rato mastica con la boca abierta para que podamos ver como las patatas bailan entre sus dientes. Me da un poco de asco. Sandra me agradece que haya cocinado y me dice que me llevará a ver cosas bonitas de los alrededores. Es sábado. El domingo y el lunes es fiesta nacional porque es el día de la Reina Isabel (sí, aún la consideran su reina). Tengo un par de días para conocer la región antes de empezar las clases, perfecto. Le pregunto si veré koalas y kanguros. Me mira con tristeza y responde algo tipo "antes, todo esto eran campos" y que si quiero ver esas cosas, mejor me vaya al zoo de Steve Irwin, en paz descanse.

Yo sí estoy cansada y, después de comer, me voy a mi habitación. Como es invierno, el sol se va a las 5 de la tarde. Pienso que tendré que levantarme prontito para disfrutar de las horas de luz, si es que quiero ver cosas. Extrañamente, en estas condiciones, mi cuerpo reacciona de manera autónoma a estímulos externos como la luz del día y el canto de los pájaros, y se despierta después de 7 horas y 30 minutos de sueño. Ojalá hiciera lo mismo en época de exámenes.

Por la noche, antes de irme a dormir, le pregunto a la señora si hay algún animal presente en las casas y jardines de por aquí, que sea potencialmente peligroso. Me dice que no me preocupe, que sólo estan la "Brown Snake" y la araña "Red Back". A las dos se las ha encontrado por la casa alguna vez, pero que con una escoba las ha echado a la calle. Si te muerden o te pica te mueres, sí, pero solo si no te inyectan el antídoto en menos de un par de horas. Eso sí, si buceo en el mar, debo tener mucho cuidado porque cada año desaparecen un par de submarinistas en las costas de la región. La corriente los aparta del grupo y los tiburones blancos lo saben. Lo tendré en cuenta.

Extrañamente, esa noche duermo sin problema.