domingo, 20 de junio de 2010

Humpback Whale

Estoy en Coffs Harbour. Esta tarde he dejado Lismore para no volver. El pueblo resultó ser más bien aburridillo, húmedo y frío. A pesar de ser pequeño en número de habitantes, todo está a tomar por culo. No tienes coche, estas muerto. Una alternativa más sana es hacer amigos con rapidez. La mayoría de estudiantes tiene algo parecido a un automóvil: enormes neveras con ruedas, pintadas al gusto de cada uno y con una cama en la parte trasera. Así es como los aussies se mueven por el país: llevan la tabla de surf en el techo, el patinete bajo el asiento y los bañadores colgando del parabrisas, entre otras cosas de más o menos utilidad. Viajan durante meses: de arriba a abajo, de Sydney a Melburne, de Perth a Cairns, de Darwin a Tasmania... Duermen en las furgos, comen en las furgos, se aparean en las furgos...
Así pues, lo mejor plan de todos es conocer a alguien con furgo y engatusarlo para que nos transporte a Tutankamon y a mí 250 km al sur.

Pero todo a su debido tiempo...

Lismore no era gran cosa, pero mis días allí han sido inmejorables. Es el lugar de mi revelación, el lugar donde me acordé de por qué escogí esta carrera. El lugar donde me dije: "Nací para esto".

Remontémonos a hace 20 años, cuando me paseaba por el piso de mis padres con un delfín azul bajo el brazo. No me acuerdo de dónde salió, de si lo escogí yo o me lo regalaron sin preguntar. Creo que ese fue mi primer contacto con el mundo marino. Recuerdo que años más tarde, la Orca Ulises me tenía fascinada, y que me jodió mucho que se la llevaran al Sea World de San Diego. También me llevé una gran decepción cuando me dijeron que no era una Orca, sino un señor Orco y que en California se hizo una novia en la piscina de al lado.

Una navidad, me compraron toda la colección azul de Jacques Custeau. La mayoría de los vídeos trataba sobre tiburones, peces y cangrejos. Había uno sobre ballenas, otro sobre delfines y otro sobre focas y otros carnívoros acuáticos. Ví unas 2 veces cada vídeo, 10 veces los últimos. No puedo explicar esa extraña obsesión, ya desde tan temprana edad, por los mamíferos marinos. No sé qué disparó mi curiosidad. No sé por qué el niñato de "Flipper" me daba tanta rabia. Sí sé, ahora, que nací para esto. Y ya no voy a olvidarlo jamás.


A 4o km de Lismore, en la costa, este del país se encuentra Byron Bay. El pueblo, en sí, no tiene nada de interesante, pero está situado en una zona privilegiada: en la punta más este de la gran isla de Australia (Cape Byron), que resulta que es el lugar de paso obligado de todas la ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) que migran des de la Antártida hacia la Gran Barrera de Coral. No exagero cuando digo que las puedes ver viajando, sin necesidad de binóculos, a lo largo de toda esa costa, des de la parte más alta del pueblo, donde se encuentra el faro.


La primera asignatura que he tomado, evidentemente, trata sobre mamíferos marinos. Y como no podía ser de otra manera en este fascinante país, las prácticas son reales, en el mundo real, con animales de verdad: nos subimos a una barca y buscamos al bicho. Parece que un animal que alcanza 17 metros de no se pueda esconder facilmente. Mentira. Si no le da la gana, no sale en un buena rato del agua. Pueden bucear profundo y pasarte por debajo sin que te enteres. Lo puedes buscar desesperadamente y quedarte con las ganas de verlo. Afortunadamente, los biólogos marinos les parecen buena gente y, normalmente, te brindan algún que otro saltito, cancioncillas o aplauso de aleta pectoral en el agua...

La mejor manera de localizar a las ballenas a nivel del mar es buscar "pachadas".
Eso no es posible, pensaréis. Bien, pues, esto es una pachada de ballena:


La superficie de esta masa de agua es lisa, en comparación al resto. Por aquí ha pasado algo gordo.

Después de encontrar una pachada, y sabiendo que el animal anda cerca, lo mejor es tener la cámara preparada por si pasa esto:

De repente, salen del agua, no una ni dos ni tres, sino cuatro (¡¡¡!!!) ballenas jorobadas. Te pegas un susto mortal de la muerte cuando oyes el ssschufffffffsh del chorro de aire y vapor que sale de los respiradores que tienen en la parte superior de la cabeza.


Pero pasado el momento de desconcierto y pseudoinfarto, te relajas y te dedicas a observarlas. Puede que pierdas alguna que otra lágrima. No es por la brisa. Puede que te tiemblen las manos y que no puedas sacar fotos decentes. De hecho, lo único decente que consigues hacer es admirar boquiabierto cómo estos increíbles seres acuáticos viajan en paz, venciendo la resistencia del fluido, majestuosa y ágilmente, a pesar de sus 40 toneladas de peso.




Parece que viajan una hembra adulta y tres machos jóvenes. Es posible que ella esté preñada. Parirá en la Gran Barrera de Coral, la clínica más pija del oceáno. La cría medirá unos tres metros y pesará, ya entonces, un par de toneladas. Lo machos del grupo rodean a la hembra, peleándose por el mejor puesto: justo por detrás de ella, rozando su vigoroso cuerpo.


Puede que alguno de los machos peleones sea el padre del futuro ballenato, y que su canción fuera la más hermosa. Los machos de las jorobadas cantan todos la misma canción, pero siempre hay quien desafina más y quien desafina menos. Las canciones son complejas y difieren entre ellas, dependiendo de la zona del planeta donde se encuentren estos gigantes. Así pues, las ballenas jorobadas del Pacífico Sur, llamadas "jorobadas" por la joroba que tienen antes de la aleta dorsal, cantan todas el mismo hit. Si una ballena viene de visita desde la otra punta del océano cantando "La Macarena", lo más probable es que si a las locales les "mola" el nuevo balenotono, lo incorporen en alguna de las estrofas de su canción. En el mar no hay SGAE, así que no hay problemas...
Recomiendo que entréis en esta página:
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/1/13/Humpbackwhale2.ogg

El tiempo pasa volando. No me doy casi cuenta, y ya tenemos que irnos... Me despido de mis amigas, silenciosamente. ¡Me pasaría aquí las 24 horas! Pero hay que dejarlas marchar, de esto se trata: nosotros a lo nuestro, ellas a lo suyo. Somos extraños y peligrosos ante sus ojos. Es horrible que paguemos justos por pecadores, pero degraciadamente tiene que ser así: cuanto menos nos acerquemos, mejor. Demasiado han sufrido ya...

Parecen contentas, cuando nos alejamos, pero aún así, se molestan en despedirse.





Vuelvo a Lismore para seguir con las clases. No quiero estudiar el plancton nunca más.